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CAPÍTULO 2~ARNAU

Iba de camino a teatro, una actividad extra-escolar que hacía todos los lunes, cuando me choqué con algo.Unos libros saltaron por los aires y noté un poco de dolor en la barbilla.

-Perdona, voy un poco despistada-dijo una chica mientras se agachaba a recoger sus libros.

Me agaché a coger los míos. Era una chica bajita y, extrañamente, no estaba tan delgada como suelen estarlo las chicas del instituto. Creo que las chicas que están tan delgadas no disfrutan de la vida. Uno de los placeres de la vida es comer y esas chicas se privan de ello. 

-Tranquila, yo tampoco estaba demasiado atenta-dije sonriendo.- Y si a eso se le suma mi torpeza habitual... Estamos bien apañados.

La chica me miró y sonrió. Tenía los ojos marrones claros, de mi color favorito. Pero eran de esa clase de marrón que cuando les traspasa la luz adquieren un tono mágico. Sus ojos destacaban, además de por su belleza, porque contrastaban con el pelo ondulado, rubio y largo que le caía por los hombros. Aquella chica era una verdadera belleza. 
Nuestras miradas se encontraron. Las sostuvimos unos segundos hasta que aparté la mía. 

-Me... me llamo Amèlia. ¿Y tú?-dijo dándome algunos de mis libros. 
-Me llamo Arnau. Encantado de conocerte. -le tendí la mano y ella la cogió en seguida.
-Qué formal...
Me reí.
-Sí, bueno, así soy yo...-dije algo avergonzado. No podía dejar de mirarla.
-Nunca debes avergonzarte de quién eres.-dijo seriamente.- Eres quién eres y punto. No debes infravalorarte. No te conozco pero estoy segura de que vales más de lo que crees y no tienes que esconder nada de lo que haces por miedo a lo que piensen los demás.

Estaba alucinado. ¿De dónde había salido aquella chica? 
De pronto, estalló en risas lo que me descolocó aún más.

-Parece que me he tragado un libro de auto ayuda, ¿verdad?
-Sí, pero no te preocupes-dije riendo con ella.
-Bueno, me voy que tengo prisa.
-Sí, yo también. Ha sido un placer conocerte-dije haciendo una pequeña reverencia.
-Hasta otra-dijo devolviéndome la reverencia y soltando una risita.

Se giró y fue hacia el patio trasero del colegio. Su pelo se movía perfectamente siguiendo el ritmo de sus pasos. Dejaba un olor a vainilla por donde pasaba. Y yo me quedé allí como un tonto, respirando su colonia. 
Una vez me hube recuperado de su visión, seguí mi camino hacia teatro. Pero aquel encuentro me había marcado y no se iba a quedar todo allí. 


Cuando llegué al autobús, seguía perdido en mis pensamientos. Pagué con mi tarjeta y busqué un sitio libre para sentarme, como hacía siempre. Aquel día había bastante gente en el autobús así que no pude sentarme y me agarré a una barra. Miré la hora y vi que aún me quedaba tiempo para que empezara teatro. Me gusta ir a los sitios con tiempo porque odio llegar tarde. Me pongo muy nervioso, no puedo evitarlo.

En la siguiente parada entraron unos chicos que no tenían demasiado buena pinta. En cuanto pasaron por mi lado me di cuenta de que olían a porro y alcohol. Además de su olor, llevaban ropas raídas y sucias. Todos ellos me daban muy mala espina así que decidí mantenerme a un lado. No quería tener nada que ver con ellos.
Se colocaron al fondo del autobús donde iba un chico de unos diecisiete años que nada más verlos se hizo a un lado cogiendo sus cosas. Estaba visiblemente asustado, un error por su parte. No por estar asustado en sí, sino porque a aquellos chicos el miedo les atraía como la luz atrae a una polilla.
-Tíos, mirad-gritó uno avisándoles.
-¿Estás asustado, guapo?-dijo otro de pelo largo poniendo voz de pito.
-¡Es un nenaza!
Algunos se giraron al ver que había uno de ellos especialmente macarra acercándose al chico.
-Hola, pequeñín. ¿Dónde está tu mamá?-dijo otro acercándose mucho al chico y poniendo voz de burla. Parecía el líder.
El chico se dedicó a temblar y mirar por la ventana.
-Míranos. ¿O es que tienes miedo?
El chico seguía temblando. Ellos se reían.
-¿Crees que así puedes evitarnos, pequeño? 
Como el chico seguía sin hacerles caso, el líder le abofeteó para que girara la cara hacia él. 
-Niño, te he dicho que me mires.
La gente del autobús empezó a girarse para ver qué sucedía. Varios se acercaron mientras las madres atraían a sus hijos a ellas para protegerlos.
-Chicos, dejadle-dijo un hombre que debía rondar los sesenta años.
Uno de los chicos sacó una navaja y nos la enseñó a todos los pasajeros de manera amenazadora para meternos el miedo en el cuerpo. De manera instintiva empezamos a retroceder para acercarnos a las puertas. 
-¡Que todo el mundo se baje ahora mismo del puto autobús!-dijo el líder y se giró hacia el conductor-¡Tú, el tío que conduce! Ni se te ocurra bajarte y para ahora mismo.
El conductor paró el autobús y todo el mundo bajó. Yo estaba bajando cuando uno de los chicos me llamó:
-¡El de la chaqueta roja y el pelo oscuro!
Me giré y vi al de la navaja que estaba mirándome. 
-Tú te quedas con nosotros. Jugaremos a un jueguecito.
Una risa malévola le cruzaba el rostro. Tragué saliva y me acerqué a ellos. Todos los de la banda se rieron. Dieron órdenes al conductor de que siguiera conduciendo y fuera por zonas desérticas. Me sentaron en el asiento de delante del chico asustadizo.
-Decidnos vuestros nombres. Rápido.
-Juan-dijo muyflojoelchico.
-¿Cómo?-preguntó el líder.
Elchico volvió a responder muy flojo. El líder cogió la navaja y se la puso en el cuello.
-Habla más alto o te rajo.
El chico tragó saliva y dijo su nombre lo suficientemente alto como para que lo oyesen. El líder giró la cabeza hacia mí.
-Arnau-dije y me tembló la voz.
-Perfecto-dijo el líder y nos enseñó una sonrisa malvada.
Todo aquello parecía sacado de una película. Unos chicos secuestran un autobús y echan a todos excepto al pringado de Arnau y a un chico asustadizo. No me lo podía creer. 
-Bien, Juan y Arnau. Os voy a explicar las normas del juego: nosotros nos dividiremos en dos grupos, tres y tres,y vamos a jugar a adivinar las películas. Cada equipo tendrá a un conejillo de indias, o sea vosotros. Si en tres intentos el equipo no ha conseguido averiguar la película, nuestro conejillo de indias será herido. El equipo que tenga al conejillo menos herido cuando lleguemos a nuestro destino será el ganador. ¿Empezamos?
Todos rieron. Yo era el conejillo de indias del líder.
-Empezáis adivinando-dijo el del pelo largo.
Uno se puso a gatas en el suelo y hacía de elefante. Otro movía sus brazos a la altura de las orejas del otro para que hiciesen de alas. Y el último hacía de ratón. Estaban representando Dumbo. A Juan le resbalaban unas lágrimas por las mejillas. A mí me ardían los ojos y también estaba a punto de llorar. Esa creencia de que los hombres nunca lloran es una tontería.
-¡La Bella y la Bestia!-adivinó uno del otro grupo.
-¡Transformers!-dijo otro.
-¡Lo tengo! Es Harry Potter.
Parecía que fallaban a propósito.
-¿A dónde vas tío? ¡Era Dumbo!-dijeron los que actuaban mientras se levantaban.
-Qué lástima, vamos a tener que hacérselo pagar a nuestro conejillo de indias-dijo el líder.
Se acercó ami y me hizo un corte en la mejilla. Grité un poco y él hundió más la navaja. Quitó la navaja de mi piel y siguieron jugando. Mi grupo falló tres actuaciones más (cuello, mano y barriga) y el grupo de Juan perdió cuatro veces (le hicieron los mismos cortes que a mí).
El conductor se estaba a punto de pasar la parada que había enfrente cuando el chico de la navaja gritó:
-¡Conductor! Pare en esta parada y así recogemos a esta chica tan mona, ¿no? 
El conductor paró y la chica subió. Cuando la chica había entrado lo suficiente la pude reconocer y me quedé blanco del susto. Era Amèlia.

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