Los ruidos
Eran las cinco de la mañana en la parte del mundo en la que Diego dormía. Estaba soñando con el examen que tenía al día siguiente. Lo iba a suspender. "Tonterías" le había dicho su madre. "Seguro que el muy asqueroso saca otro sobresaliente" decía su hermana mientras le fulminaba con la mirada. Si hubiera tenido los poderes que tiene Jane* en crepúsculo, lo hubiera destrozado con esa mirada.
Esos comentarios no pudieron evitar que Diego soñara aquella noche que hacía un examen en el que no podía responder ninguna pregunta. Tenía que estrujarse el cerebro, debía haber alguna respuesta que pudiera responder. Venga, debía haber al menos una. El sudor empezó a resbalarle por la frente. Inevitablemente, una de sus piernas empezó a moverse a un ritmo frenético. La clase se tornó oscura. Se giró hacia la ventana para ver qué le había ocurrido al sol y vio que su compañero tenía los ojos rojos. Un escalofrío recorrió a Diego. Sus compañeros se fueron levantando de las sillas y acercándose al sitio en el que Diego estaba sentado. Todos habían sufrido una horrible mutación; tenían la cara deformada y de color gris, sus piernas se habían hecho más fuertes y ágiles, tenían una especie de membrana verdosa entre los dedos y emitían un chillido horroroso. Antes de que los que habían sido sus compañeros alcanzaran su pupitre, un agujero se abrió al lado de éste. Algo empujó a Diego que cayó precipitándose al vacío.
Se despertó. Había sido solo una pesadilla. Una muy real. Estaba jadeando, intentando recuperar el ritmo de respiración normal cuando su madre entró en su habitación.
-Diego, cariño, es hora de levantarse.
Encendió la luz y pudo comprobar que su hijo ya estaba despierto.
-¿Qué haces levantado?-dijo con tono dulce.
-He...-Diego vaciló sin saber muy bien si debía contarle todo lo ocurrido a su madre.-He tenido una pesadilla.
-Bueno, no te preocupes, ahora ya estás bien. Venga, vístete que vamos al colegio.
Tras decir eso,salió de la habitación y dejó al niño solo. Diego se levantó y fue al baño. Aquella pesadilla no parecía una pesadilla normal. ¿Y si era un presagio de lo que le iba a pasar en el examen? Se lavó la cara. "Todo va a salir bien" se dijo mirándose al espejo. Pero en lo más recóndito de su ser, sabía que algo andaba mal y que la pesadilla tenía la culpa. Se vistió y desayunó como un autómata, sin pararse muy bien a pensar qué era lo que hacía. Se subió al coche y decidió dar un último repaso al temario del examen pero no podía quitarse de la mente aquella sensación de que la pesadilla se iba a hacer realidad.
Al llegar al instituto se encontró con su amiga Herder que en seguida le preguntó acerca del examen. Ellos tenían una especie de pacto: él contestaba todas sus preguntas sobre los exámenes si ella le acompañaba a entrenarse los fines de semana. Odiaba correr solo pero le gustaba estar en forma. Así que cuando Herder le acribilló a preguntas, él tuvo que aguantarse y contestar. ¡Qué insegura era! Aunque no se lo podía reprochar porque el también lo era.
Aquel día, Diego tenía la cabeza en otra parte y no respondió del todo bien a las preguntas de Herder. No podía quitarse de la cabeza aquella pesadilla.
-¿Qué te pasa, Diego?
-Nada, nada, ya me centro.
-Diego, no me lo escondas.-le medio regañó.
Diego decidió contarle qué le pasaba. Le explicó la sensación tan extraña que tenía y Herder le escuchó sin interrumpir su relato.
-Diego creo que todo eso son imaginaciones tuyas. Ha sido una pesadilla, solo eso.
-¿De verdad lo crees?-dijo dudando.
-Sí
Herder le regaló una gran sonrisa tranquilizadora.
-Vale, pues lo olvido. Venga, hazme tus preguntas.
Herder le estuvo haciendo preguntas hasta que sonó el timbre que indicaba que comenzaba la primera clase porque tuvo que ir a sentarse. En el primer patio, también le hizo preguntas. Las preguntas de Herder eran bastante rebuscadas. "Eso no lo va a preguntar, Herder" le respondía siempre en tono cansino Diego. "¿Cómo lo sabes? ¿Acaso has mirado el examen?" Le contestaba ella. Diego se limitaba a poner los ojos en blanco y seguir contestando preguntas.
Al final llegó la hora del examen. Todo el mundo estaba levantado cuando el profesor llegó. La gente en seguida se sentó y se preparó para el examen. A Diego le sudaban las manos y las tenía frías a la vez. ¿Cómo le podía ocurrir eso? Aunque eso no era lo importante. Debía concentrarse en el examen. Si había sabido contestar a las preguntas de Herder, sabría contestar a las del profesor. No pudo evitar mover nerviosamente la pierna mientras el profesor se paseaba con aire solemne por la clase repartiendo el examen. Se tenía que calmar. Inspiró. Herder le echó una de sus miradas de antes de examen que decían "te deseo toda la suerte del mundo". Expiró. Se restregó la mano en el pantalón para secarse un poco el sudor. Inspiró. El profesor le repartió el examen. Expiró. Le echó una ojeada. Inspiró. Escribió su nombre. Expiró. Ya estaba calmado así que podía empezar.
Se concentró en la primera pregunta. La sabía. "No cantes victoria aún, Diego." Se decía internamente. Vio que también sabía la segunda respuesta. Y la tercera. Poco a poco se fue relajando. Los músculos se le destensaron y una sensación de alivio le empezó a recorrer la columna vertebral. "No era para tanto, ¿verdad?" Le iba a decir Herder.
La hora casi se estaba terminando. Diego estaba acabando de contestar a las últimas preguntas tranquilamente. De repente, unos chillidos agudos y lejanos llegaron a los oídos del chico. Levantó la cabeza para ver de dónde procedían. Ni una pista. Además, nadie más parecía prestarles atención. ¿Se lo estaría imaginando? No podía ser. A cada segundo que pasaba los chillidos eran más fuertes. No podía imaginarse aquello. ¡Era de locos! ¿Por qué nadie los escuchaba? Los chillidos cada vez le ponían más nervioso y se tapó las orejas con las manos. Los chillidos aumentaron tanto el volumen que a Diego le empezó a doler la cabeza y se le empezó a nublar la vista. Cerró los ojos e intentó tranquilizarse. No podía pensar. Lo único que tenía en la cabeza era hacer algo para parar los chillidos. Se empezó a retorcer de dolor. La gente lo miraba. El profesor se acercó a su pupitre y le preguntó algo que Diego no pudo oír. Sintió como si alguien le empujara hacia el suelo. Y cayó al suelo hecho una bola que temblaba.
-Avisa a la enfermera, Susana-dijo el profesor.
Pero en toda aquella conmoción una idea le vino a la mente: "Yo ya he escuchado estos chillidos antes". La pesadilla. Los monstruos en los que se convirtieron sus compañeros. Los ojos rojos. ¿Qué tendría que ver? Pero su momento de lucidez se terminó. El dolor de cabeza aumentó y se hizo, si cabe, más insoportable. Un hilillo de sangre le empezó a bajar por la nariz mientras su cuerpo temblaba frenéticamente. Tenía convulsiones. El profesor intentó girarlo de manera que pudiera verle la cara. Una fina capa de color blanco había cubierto sus ojos marrones. Todo el mundo empezó a chillar. Diego se convulsionó más fuertemente.
-¡Salid de clase ahora msimo!-gritó el profesor.- ¡Quiero a todo el mundo fuera de clase ya!
Cuando todo el mundo abandonó la clase, el profesor de ensanchó un poco el nudo de la corbata para respirar mejor. Si seguía de aquella manera a él también le iba a dar un patatús. Intentó mantener a Diego quieto pero era imposible. La enfermera tenía que llegar deprisa o aquello acabaría muy mal.
Al otro lado de la puerta Herder estaba en estado se shock. La gente la abrazaba e intentaba que reaccionara pero no podía. Diego estaba en el suelo de la clase con los ojos como embrujados. Parecía que le estuvieran haciendo un exorcismo. No le gustaba nada toda aquella situación. ¿Pero qué? Estaba paralizada por el miedo. Lo primero era reaccionar.
La enfermera vino corriendo por el pasillo precedida por Susana que estaba blanca. En ese momento Herder reaccionó. Cuando la enfermera abrió la puerta, intentó entrar dentro del aula pero no pudo. Un nudo se le formó en la garganta. Ella intentó mandarlo abajo. "Lo que me faltaba, ponerme a llorar". Pero ni el más fuerte podría haber aguantado. Estaba muy asustada, no pudo resistirlo más y se echó a llorar. Sus compañeros la abrazaron pero eso no la hizo sentir mejor.Lo único que podría hacerla sentir mejor era un abrazo de su amigo Diego.
En el aula Diego se seguía retorciendo cuando llegó la enfermera. Después deque ella colocara a su lado un maletín, se dispuso a inspeccionarlo. Hay que decir que la enfermera no destacaba por su rapidez en casos de urgencia. Le tomó el pulso mientras el profesor intentaba inmovilizar al chico. Susana lo presenciaba todo sin saber muy bien qué debía hacer. Estaba paralizada. La enfermera decidió que lo mejor para el chico era darle un tranquilizante. Le iba a inyectar la sustancia cuando Diego lanzó un grito terrible y se quedó inconsciente.
*Jane es una vampiresa perteneciente al grupo delos Vulturis. Posee el poder de torturar a la gente con la mente.
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