Oda a la "p" muda

Las letras saltan a borbotones del diccionario cuando dejamos los pesados libros descansar en su estante. Y, lo creáis o no, estas letras tienen vida social, como cualquiera de nosotros. Y, como buen ejemplo de micro-sociedad, cada letra tiene un rol en ella. La "a" es una letra que pasa muy desapercibida por su abundancia en el vocabulario español. Constituye buena parte de la plebe. La "k" es la letra más exclusiva y solicitada, pues su presencia es más bien escasa. La "l" es elegante y estirada, tiene complejo de superioridad, por eso siempre anda con la cabeza bien alta. La "z" anda encogida por un problema de escoliosis del cual se siente muy avergonzada. La "c" es una letra muy acomplejada; por más que lo intenta no consigue la perfección de la "o". 

Pero hay una clase de letras que es especial: las letras mudas. Entre ellas están la "h", la "g", la "c", la "u", la "m" y la "p". La líder del grupo es la "h" porque es la que conoce mejor la sensación de olvido que muchos humanos le dirigen al no escribirla cuando redactan en español. Las otras son letras mudas de segunda categoría, pues el hecho de ser una "g" no implica directamente que se sea una letra muda. Pero las letras de este club sienten un odio procedente de la humanidad, de sus creadores, cuando palabras como gnosis son escritas ignorantemente sin g, cuando un cnidario pierde la "c" accidentalmente nadando, cuando la guerra se convierte en un jarrón en catalán; cuando los diccionarios también aceptan sicología y nemotecnia en lugar de psicología y mnemotecnia

Y a eso vengo hoy; a reivindicar las letras mudas principales y secundarias porque aunque puedan pasar desapercibidas por su ocasional timidez, son letras que cuentan tanto como las otras y a las que no se debe despreciar. 


PD: Esta es solo una excusa más para quejarme, como buena adolescente rebelde que soy.

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