Carolina se enamora
Hoy haré algo distinto. Recientemente me he presentado a un concurso en el que te pedían que escribieses una historia con uno de los inicios que te proponían. Esto me ha parecido una gran idea así que voy a usarla. El principio de hoy ha sido escogido de una manera totalmente aleatoria y es el de "Carolina se enamora" de Federico Moccia.
Hoy es uno de esos días que, de verdad, empieza con una sonrisa. ¿Sabes cuando miras en derredor y todo te parece más bonito: los árboles que te rodean, el cielo o una nube tonta con aire de tener algo que decir? Pues eso, en pocas palabras, que te sientes en perfecta sintonía con el mundo, tienes lo que se dice un buen feeling... Con el mundo, además. Y no porque yo me haya alejado mucho del sitio donde vivo. Bueno, pensándolo bien, el invierno pasado crucé por primera vez la frontera italiana. Estuve en Badgastein.
Fui con el colegio de intercambio para aprender alemán junto a mi clase. Yo tenía un montón de ganas de salir ya de Italia y de conocer mundo. Estaba harta de estar siempre en la misma rutina, viendo al mismo tipo de gente por la calle. Pero sobre todo tenía ganas de estar con él. Mi imaginación se volvía loca solo con el hecho de pensar en todas las posibilidades.
En el preciso momento en el que puse un pie en esa ciudad supe que nunca iba a olvidar los 5 días que estaríamos allí. La bella Austria, nuestros padres en otro país, todos viviendo en una residencia... Parecía que todo estaba a nuestro favor. Bueno, todo no. Hacía un día gélido, de esos que te hielan los huesos. Pero habría aguantado el más gélido de los vientos con tal de estar allí. Las vistas eran increíbles.
En el preciso momento en el que puse un pie en esa ciudad supe que nunca iba a olvidar los 5 días que estaríamos allí. La bella Austria, nuestros padres en otro país, todos viviendo en una residencia... Parecía que todo estaba a nuestro favor. Bueno, todo no. Hacía un día gélido, de esos que te hielan los huesos. Pero habría aguantado el más gélido de los vientos con tal de estar allí. Las vistas eran increíbles.
-No nos iremos de aquí sin antes hacer una buena sesión de fotos para instagram -me dijo mi amiga Maite.
Claramente, no podía negarme sin que se enfadara así que quedamos en hacerla al día siguiente.
Durante el viaje a la residencia estuve hablando con Javier, el chico más maravilloso del mundo. Me perdí en sus increíblemente preciosos ojos marrones. Son de esos que sabes que con una mirada te leen el alma.
No quiero que nadie piense que soy una de esas chicas de películas norteamericanas que se enamoran (por decirlo de alguna manera) del chico guapo del instituto y por casualidades de la vida él se fija en ellas y salen y son felices para siempre. No, la vida no es así.
Nosotros nos conocimos el año pasado cuando nos pusieron en la misma clase. Poco a poco fuimos ganando confianza. Él era mi chute de energía diario, me transimitía su pasión por la música y bueno, por la vida en general. Al cabo de un tiempo me di cuenta: estaba total e irremediablemente enamorada de él.
Al llegar a la residencia nos instalamos y nos dejaron la tarde libre. Tenía un montón de ganas de andar por aquellos montes.
-¡Carolina!
Era Javier quién me llamaba. ¿Qué querría? Sin pensármelo dos veces decidí ir con él.
-¿Vienes a dar una vuelta conmigo?
-Claro -dije y empecé a andar a su lado.
Estuvimos andando y hablando durante aproximadamente dos horas. No me cansaba de escucharle y de oírle reír. Era el sonido más bonito del mundo.
Nos sentamos bajo la sombra de un árbol y me volví loca. Estábamos los dos recostados casi como si fuéramos novios y un concierto se estaba celebrando en mi estómago. El momento en el que el concierto llegó a su punto más álgido fue cuando él se giró y se me quedó mirando a los ojos y a la boca sin decir nada. Sólo mirándome. Supe que era el momento así que me lancé y lo besé.
En seguida él me apartó y me miró con ternura.
-Tengo que decírtelo ya porque si no lo hago voy a explotar. Javier, te quiero. Te quiero muchísimo, hace tiempo que somos muy amigos pero yo quiero algo más porque tú me haces sentir como nunca nadie lo ha conseguido. Te quiero y quiero intentarlo, ¿tú quieres?
-Em, Carolina. No... No sabía que sentías eso. Yo también te quiero mucho pero no de esa manera. Te quiero como amiga. Es que ni siquiera sé por qué me has besado. Creo que no te he hecho ninguna señal para que me besaras. Cuando doy un beso me gusta tener algo que ver con la decisión.
-Lo... Lo siento. Pero entonces, ¿por qué me mirabas así antes de que te besara?
-¡Porque quería contarte algo y no sabía cómo hacerlo! A ver, quería decirte que me he dado cuenta de que soy bisexual. Sí, me gustan hombres y mujeres. Y a raíz de eso quería contarte que estoy saliendo con Germán, el que va contigo a inglés. Siento haberte dado a entender algo que no era pero es que... Joder. Siempre la cago.
Y se fue. Se marchó y me abandonó con mi corazón hecho pedazos. ¿Cómo iba a recomponerme tras tan duro golpe? No tenía a mi mejor amigo para que me ayudara. Mi única salida era Maite.
No me quería. Tenía que aceptarlo: Javier no me quería. Dios, ¿por qué tuve que ser tan tonta?
Y así estuve sufriendo el resto de aquel maldito día cuando paseando veía a Javier o a Germán. No lo podía soportar.Prefería a Germán antes que a mí.
Pero las sorpresas que me deparaba ese viaje acababan de empezar.
No quiero que nadie piense que soy una de esas chicas de películas norteamericanas que se enamoran (por decirlo de alguna manera) del chico guapo del instituto y por casualidades de la vida él se fija en ellas y salen y son felices para siempre. No, la vida no es así.
Nosotros nos conocimos el año pasado cuando nos pusieron en la misma clase. Poco a poco fuimos ganando confianza. Él era mi chute de energía diario, me transimitía su pasión por la música y bueno, por la vida en general. Al cabo de un tiempo me di cuenta: estaba total e irremediablemente enamorada de él.
Al llegar a la residencia nos instalamos y nos dejaron la tarde libre. Tenía un montón de ganas de andar por aquellos montes.
-¡Carolina!
Era Javier quién me llamaba. ¿Qué querría? Sin pensármelo dos veces decidí ir con él.
-¿Vienes a dar una vuelta conmigo?
-Claro -dije y empecé a andar a su lado.
Estuvimos andando y hablando durante aproximadamente dos horas. No me cansaba de escucharle y de oírle reír. Era el sonido más bonito del mundo.
Nos sentamos bajo la sombra de un árbol y me volví loca. Estábamos los dos recostados casi como si fuéramos novios y un concierto se estaba celebrando en mi estómago. El momento en el que el concierto llegó a su punto más álgido fue cuando él se giró y se me quedó mirando a los ojos y a la boca sin decir nada. Sólo mirándome. Supe que era el momento así que me lancé y lo besé.
En seguida él me apartó y me miró con ternura.
-Tengo que decírtelo ya porque si no lo hago voy a explotar. Javier, te quiero. Te quiero muchísimo, hace tiempo que somos muy amigos pero yo quiero algo más porque tú me haces sentir como nunca nadie lo ha conseguido. Te quiero y quiero intentarlo, ¿tú quieres?
-Em, Carolina. No... No sabía que sentías eso. Yo también te quiero mucho pero no de esa manera. Te quiero como amiga. Es que ni siquiera sé por qué me has besado. Creo que no te he hecho ninguna señal para que me besaras. Cuando doy un beso me gusta tener algo que ver con la decisión.
-Lo... Lo siento. Pero entonces, ¿por qué me mirabas así antes de que te besara?
-¡Porque quería contarte algo y no sabía cómo hacerlo! A ver, quería decirte que me he dado cuenta de que soy bisexual. Sí, me gustan hombres y mujeres. Y a raíz de eso quería contarte que estoy saliendo con Germán, el que va contigo a inglés. Siento haberte dado a entender algo que no era pero es que... Joder. Siempre la cago.
Y se fue. Se marchó y me abandonó con mi corazón hecho pedazos. ¿Cómo iba a recomponerme tras tan duro golpe? No tenía a mi mejor amigo para que me ayudara. Mi única salida era Maite.
No me quería. Tenía que aceptarlo: Javier no me quería. Dios, ¿por qué tuve que ser tan tonta?
Y así estuve sufriendo el resto de aquel maldito día cuando paseando veía a Javier o a Germán. No lo podía soportar.Prefería a Germán antes que a mí.
Pero las sorpresas que me deparaba ese viaje acababan de empezar.
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